En nuestra anterior columna advertimos de la despreocupación de nuestras autoridades desde el Ejecutivo, Congreso y Gobierno Regional sobre el desinterés que existía sobre el caso Doe Run; insistimos en un diálogo alturado y debate urgente entre las partes en conflicto, de un tema que es complejo, pero que su solución pasa por una voluntad política, con definiciones concretas, justas y no sólo humanas; sino también empresariales y principalmente medioambientales porque vivimos en una casa que nos pertenece a todos.
Dijimos también que no podíamos esperar a que todavía haya muertos; porque de nada sirve expresar sentimientos de congojas y pesar si se puede evitar tragedias innecesarias. Lamentablemente pasó lo que tanto temíamos, detenidos, heridos y lo peor un policía muerto y se habla también de que en los últimos enfrentamientos por el control de la Carretera Central falleció un trabajador y una menor agoniza como consecuencia de la inhalación de los gases lacrimógenos.
De que vale que nuestro presidente regional haya viajado a La Oroya tras acordarse de que fue designado interlocutor entre el Gobierno y los trabajadores o que el congresista de Junín Ricardo Pando haya mostrado voluntad de llegar a buen puerto sobre el problema en la comisión de Energía y Minas del Congreso que él preside; ¿acaso estas acciones tardías nos devolverá la vida del policía Grovert Tayco Taipe? ¿Quién velará por su menor hija de un año y 10 meses que en su inocencia reclamará a su padre? ¿será Huaroc o Pando?; sólo por citar como ejemplo.
Con los recientes hechos se confirma también de que no aprendimos la lección de los sucesos de Bagua; y que somos tercos, porque insistimos en volver a vivir similares hechos violentos para luego otra vez caer en lamentaciones absurdas.
Esperamos que hoy el pleno del Congreso pueda debatir el problema; dejando de lado intereses subalternos y pensando no sólo en la estabilidad laboral de los trabajadores de Doe Run que con justicia se han volcado a las calles, sino también en el bienestar de las generaciones futuras que esperan de nosotros vivir en un ambiente sano o con mínima contaminación ambiental que es responsabilidad social en este caso de la empresa Doe Run.
Dijimos también que no podíamos esperar a que todavía haya muertos; porque de nada sirve expresar sentimientos de congojas y pesar si se puede evitar tragedias innecesarias. Lamentablemente pasó lo que tanto temíamos, detenidos, heridos y lo peor un policía muerto y se habla también de que en los últimos enfrentamientos por el control de la Carretera Central falleció un trabajador y una menor agoniza como consecuencia de la inhalación de los gases lacrimógenos.
De que vale que nuestro presidente regional haya viajado a La Oroya tras acordarse de que fue designado interlocutor entre el Gobierno y los trabajadores o que el congresista de Junín Ricardo Pando haya mostrado voluntad de llegar a buen puerto sobre el problema en la comisión de Energía y Minas del Congreso que él preside; ¿acaso estas acciones tardías nos devolverá la vida del policía Grovert Tayco Taipe? ¿Quién velará por su menor hija de un año y 10 meses que en su inocencia reclamará a su padre? ¿será Huaroc o Pando?; sólo por citar como ejemplo.
Con los recientes hechos se confirma también de que no aprendimos la lección de los sucesos de Bagua; y que somos tercos, porque insistimos en volver a vivir similares hechos violentos para luego otra vez caer en lamentaciones absurdas.
Esperamos que hoy el pleno del Congreso pueda debatir el problema; dejando de lado intereses subalternos y pensando no sólo en la estabilidad laboral de los trabajadores de Doe Run que con justicia se han volcado a las calles, sino también en el bienestar de las generaciones futuras que esperan de nosotros vivir en un ambiente sano o con mínima contaminación ambiental que es responsabilidad social en este caso de la empresa Doe Run.